La civilización se parece mucho a un diálogo entre el hombre y el agua.
La civilización se parece mucho a un diálogo entre el hombre y el agua, pero lo cierto es que el culto primitivo es un culto hídrico y druídico, como lo testimonian el culto a los montes, los árboles, los bosques, la luna, los caminos las aguas. las fuentes (muchas de ellas llamadas «santas»), etc. del que nació un panteísmo naturalista. De ahí que los primeros asentamientos que podrían merecer el nombre de ciudades (alrededor del año 3.500 a.C.) se ubicaran en Mesopotamia, en los fértiles valles de Tigris y de Éufrates, precisamente porque en ellos había agua en abundancia. El suelo era de una generosa fertilidad.
Las primeras civilizaciones de Creta Egipto, Grecia y Roma, concibieron y construyeron ciudades modelos. Limpias, espaciosas y con buenos servicios de saneamiento. Aún impresionan las instalaciones de abastecimiento de agua y redes de sumideros que siguen intactos, en los cimientos del Hospital de Esculapio, al pie de la Acrópolis de Pérgamo, por donde Galeno caminó alguna vez. Pero cuando las hordas bárbaras arrasaron el Imperio Romano, la diosa Higia sufrió la misma suerte y la vida de la ciudad se hizo cada vez más insalubre; solamente las civilizaciones islámicas continuaron y extendieron las prácticas higiénicas de Grecia y Roma.
El desarrollo de la civilización actual no debería pasar por alto las lecciones de miles de años de vida anterior, porque en estos firmes cimientos se puede establecer un urbanismo contemporáneo, tan apropiado, bello y útil como las ciudades históricas de otros tiempos.
El concepto de villa termal está cargado de connotaciones del mundo clásico; fueron quizá las construcciones que desde el punto de vista histórico- artístico han revelado con más claridad la importancia que para la cultura antigua tenía el cuidado del cuerpo, pues. en definitiva, las edificaciones termales no son más que la expresión constructiva que una cultura utiliza para mostrar la importancia que el bienestar de la persona tiene dentro de la vida comunitaria.
En la búsqueda de la salud
El hombre, en la búsqueda de la salud, elige el salutífero rincón de naturaleza, escogido y bendecido por los dioses, allí erigirá la villa termal en conexión permanente con el campo, urbanismo impregnado de ruralismo.
El ciudadano, en sus cotidianos paseos, sin salir de la villa, podrá contemplar los árboles que plantó y cuida. Los grandes santuarios, como Epidauro y Delfos, además de sanatorios (lugares inherentes a sus características) deben considerarse como centros religiosos, ya que en muchas ocasiones la curación es una consecuencia de una actitud de fe y esperanza, de un pacto entre el hombre y la naturaleza. Junto al murmullo del agua al brotar de los manantiales, invadía el ambiente del clamor de las peticiones de los peregrinos por recobrar la salud.
A través de los siglos frecuentar las aguas, con sus repercusiones socioculturales, urbanas y arquitectónicas, se fue convirtiendo en un fenómeno fascinante. El concepto de «ir a tomar las aguas» es en sí mismo un peregrinaje saludable, una cura de cambio de costumbres, una escapada a la evidencia, a pesar de los mitos fundadores del termalismo moderno, la suma de deseos y ritos donde primarán sobre la práctica estrictamente terapéutica.
Cabe citar dos ejemplos. En Inglaterra, en el año 43 d.C. se creó la ciudad de Bath (baño) en una fuente curativa que tutelaba la diosa celta Sul. «Aquae Sulis» era el nombre latino de la señorial e histórica ciudad inglesa. En el siglo XVIII con el auge en Europa por las fuentes curativas, los arquitectos Wood (padre e hijo) crean en torno al manantial, toda una ciudad de amplia y ejemplar urbanización. El célebre Pump Room de Bath se convierte en un mundano centro de atracción de la corte en pleno. Por Bath desfilan las celebridades del momento presididas por el talento organizador de Beau Brummel.
En Alemania, el célebre Balneario de Baden-Baden («baño» por duplicado) se convierte nada menos que en la capital del veraneo político de la Europa del siglo XIX. A lo largo de la célebre e histórica alameda Lichtentaler Allee, la más hermosa del continente, se cruzaron toda clase de celebridades: reyes, emperadores, políticos, embajadores, generales, banqueros y artistas. En este entorno se realizaba la vida social y toda clase de negocios de Estado. Mientras Bismarck trataba de reconducir una crisis ministerial, y Brahms componía incesantemente en su casa de Lichtental.
El termalismo es una gran fuente de recursos para las ciudades termales y al mismo tiempo, permite que visitantes y turistas aprecien el valor patrimonial del culto al agua.
Mayte Suárez Santos. Editora