En el año dedicado a Federico García Lorca, descubrimos las aguas mineromedicinales que inspiraron al poeta granadino
«… y sentí borbotar los manantiales como de niño yo los escuchara. Era el mismo fluir lleno de música y de ciencia ignorada. Señor, arráncame del suelo! ¡Dame oídos que entiendan a las aguas! Dame una voz que por amor arranque su secreto a las ondas encantadas».
Federico García Lorca . Fragmento poema Manantial (1919).
- Federico conoció las bondades que para la salud tienen las aguas mineromedicinales de Lanjarón, un pueblo que se siente orgulloso por la frecuente presencia del poeta de Fuente Vaquero como se recoge en el capítulo «García Lorca en Lanjarón. Un poeta y un paisaje» escrito por Manuel Arredondo Valenzuela y publicado en el libro «Lanjarón. Paisajes del Agua».
2019, el Año dedicado a Garcia Lorca, nos adherimos a este homenaje a través de una excepcional documentación, donde descubrimos la esencia real del poder las aguas y de Lanjarón que, en aquella época (1915), ya estaba considerado como un balneario de rango nacional y hasta internacional por las propiedades curativas de sus aguas.
Según algunas informaciones a las que tuvo acceso el autor, hay más de ochenta fuentes y manantiales identificadas en un espacio tan pequeño. Y a ello contribuye la localización de Lanjarón en la falda sur de Sierra Nevada, con una altitud media de más de 650 metros sobre el nivel del mar, abierto al valle del Guadalfeo, con características de Alpujarra y de Valle de Lecrín (Valle de la Alegría), aunque eso sí, lejos del mar Mediterráneo que Lorca califica como uno e indivisible y que tanto atrae al poeta.
El agua, fuente de inspiración
«Mi madre ha tenido fuertes cólicos hepáticos y hemos tenido necesidad de venir a Lanjarón con gran prisa. Gracias a Dios, estas aguas de la Capuchina la han puesto buena con una rapidez milagrosa, y ya estamos todos lo contentos que se podrá suponer».
Carta a Manual de Falla (Hotel España Lanjaron, 6 de agosto de 1926)
Lanjarón entra en el alma de Lorca, en su inspiración, en su flujo poético, y se plasma en múltiples obras. Algunos poemas del Romancero Gitano se gestaron aquí, entre los agüistas apáticos:
«me cuesta un trabajo ímprobo sostener una conversación normal con estas gentes del balneario, porque mis ojos y mis palabras están en otro sitio…».
Carta a Sebastián Gasch desde Lanjarón a finales de agosto de 1927)
Pero, ¿cuando viene Lorca por primera vez a Lanjarón? El investigador lorquiano Ian Gibson , en su biografía de Federico, no lo dice con seguridad , aunque el autor de este capítulo afirma que llega por primera vez a esta villa balnearia en el año 1924 y pasa el verano de 1926 en Lanjarón.
No hay ninguna documentación que acredite sobre su estancia en Lanjarón durante el año 1925 pero es posible, casi seguro, que la familia pasase su verano entre Fuente Vaqueros, la Huerta de San Vicente, la Playa de Málaga y Lanjarón. En aquella época no estaba de moda ir a las playas como a los balnearios, y Lanjarón gozaba ya de una merecida fama.
La provincia de Granada, es rica en balnearios, muchos de ellos los más frecuentados por la alta burguesía de España a principios del siglo XX, como es el caso de Zújar, antiguas Termas de Plinio, y retratado por la cámara estereoscópica de Arturo Cerdá y Rico. Lamentablemente hoy ha desaparecido bajo las aguas del embalse de Negratín.
En «García Lorca en Lanjarón. Un poeta y un paisaje«, también si cita otros muchos balnearios famosos en como Solán de Cabras, Vichy Catalán, Panticosa, La Toja…. o Marmolejo, donde Armando Palacio Valdés sitúa la acción de su novela «La hermana San Sulpicio«; o el archifamoso de Baden-Baden (Rulettenburf, en la ficción novelesca) donde Dostoievski desarrolla la acción de El jugador y la Montaña mágica de Thomas Mann. «Destacando que, a la vista de todo esto, podemos afirmar que los balnearios son fuente y manantial, no sólo de agua, sino de inspiración poética y literaria«.
Los veranos de Lorca
En 1926, sí hay seguridad de que Lorca y su familia pasaran una temporada de verano en Lanjarón como lo acreditan multitud de cartas y documentos. Gibson asegura: Federico pasa el verano de 1926 entre Asquerosa (hoy Valderrubia), Granada y Lanjarón (al célebre balneario de la Alpujarra ha tenido que acudir urgentemente doña Vicenta Lorca, aquejada por unos fuertes cólicos hepáticos).
Federico hacia vida de balneario y se «reunía por las mañanas con un grupo increíble de gente, muy lejana a él en todo, en el que había varios curas. Pero le debía interesar conversar con ellos porque era punto fijo en esta tertulia, donde era muy querido«.
El año siguiente, 1927, está también toda la familia en las mismas fechas, mediados de agosto, y en el mismo hotel España, para tomar las aguas, como asegura el poeta granadino en carta a su amigo Manuel de Falla, las aguas de la Capuchina le han sentado estupendamente a doña Vicenta y el poeta la acompaña. Pero no hay constancia de que volviera a Lanjarón en otras temporadas aunque la familia García Lorca debía seguir tomando las aguas, ya que en carta que aparece en 1928 dirigida a su primer maestro de Fuente Vaqueros, don Antonio Rodríguez Espinosa, asegura que su madre y las niñas están en Lanjarón.
Sin embargo, en la obra «Caminos abiertos» de Federico García Lorca se afirma que, como siempre, Federico pasa con su familia los veranos en Fuente Vaquero, Sierra Nevada pero sin aportar ninguna prueba. No obstante, Juan Gutiérrez Padial indica que él estuvo con Federico en la Fuente de las Adelfas, en 1934. Aunque lo pone entre interrogantes porque no lo recuerda con exactitud, sus palabras exactas son importantes, por el poeta y por la descripción que hace de dicha fuente.
«El Barranquillo de las Adelfas. Cornisamento a cincel en la cúpula celeste de Lanjarón. Santa Sanctórum, tabernáculo, custodia y ostensorio donde se rinde culto a la belleza«. Y en nota a pié de página afirma: En el Castillo de Lanjarón el paso de los siglos clavaron su dentellada. «Juan Gutiérrez Padial que entonces tenía 23 años, 13 menos que Federico, era ya un inquieto estudiante y poeta en ciernes que admiraría al genio que paseaba por estos paisajes abiertos a todos los vientos«.
El autor considera que «es difícil de admitir que Federico viniese todos los veranos por lo que las manifestaciones de Gutiérrez Padial y las cartas del propio Federico nos pueden confirmar que el espacio de visitas de García Lorca a Lanjarón abarcó una década, de 1924 a 1934«.
El epistolario de Federico García Lorca con referencias a Lanjarón es una interesante aportación del autor que nos permite conocer el valor de las aguas de Lanjarón, para remediar los fuertes cólicos hepáticos que padecía con frecuencia doña Vicenta.
Y es precisamente la tarjeta postal del Castillo de los Moros. Lanjarón y que Federico envía a Manuel de Falla, la primera noticia que el investigador lorquiano Gibson aporta sobre la venida de la familia García Lorca a Lanjarón.
El agua y el paisaje de Lanjarón quedan igualmente reflejadas en las cartas, algunas de ellas con el membrete del Hotel España – como la enviada a Sebastián Gasch, crítico de arte y su presentador entusiasta en la Cataluña de aquella época. – Federico se alojaba en este hotel «que era entonces el mejor y estaba cerquita del balneario«.
Muchos destinatarios como Jorge Guillén descubrieron la belleza del paisaje alpujarreño de Lanjarón a través de las fotos que acompañaba Federico a sus cartas. Así en la que le envía desde Granada, el 24 de marzo de 1928, adjunta dos fotografías. En el reverso de una de ella dice: «Aquí estoy en lo alto de las Alpujarras donde fui con dos amigos. A mi lado están los guías. Es prodigioso el ambiente. Sierra Nevada no se ve nunca. ¿Cuándo iremos juntos por estos sitios ? Se pierde la noción de Europa«.
La impronta de Lanjarón caló hondo y dejó huellas en muchos poemas, escritos y canciones. Y todos ellos llevaron el nombre de Lanjarón por diversos lugares. En el alma de Lorca quedó un fino regusto de este paraíso de las aguas mágicas para siempre.